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LA VERDAD RESTAURADA

En el autobús equivocado

En el autobús equivocado

Uno de los impedimentos más grandes para lograr el éxito es el hecho de que dedicamos mucho tiempo a cosas que nos llevan hacia lo que no deseamos ser. Es mucho lo que podemos aprender del relato que, hace varios años, nos contó el doctor Harry Emerson Fosdick al cual tituló: “En el autobús equivocado”.

Se trataba de un hombre que subió a un ómnibus con la intención de ir a la ciudad de Detroit, Michigan; pero cuando llegó al final de su viaje se encontró que estaba en Kansas City, Kansas. Este pobre hombre no podía convencerse de lo que había sucedido; cuando preguntó cómo llegar a la avenida Woodward y le dijeron que tal avenida no existía, se sintió indignado, porque él sabía muy bien que sí había una calle que se llamaba de esa manera. Le costó aceptar la realidad de que, muy a pesar de sus buenas intenciones, no estaba en Detroit, sino en Kansas City. Todo hubiese estado bien si no fuera por un pequeño detalle: había tomado el autobús equivocado.

Es interesante ver cómo muchas personas llegan a algo en la vida, algo que nunca quisieron ser. Nos fijamos metas de honor, éxito y felicidad, pero a veces tomamos los autobuses que nos llevan a un destino de deshonor, fracaso y desdicha. Uno de los propósitos fundamentales de nuestra existencia mortal es de prepararnos para la vida venidera.

Los destinos a los que podemos llegar están separados en tres grandes subdivisiones, las que Pablo compara con la luz del sol, de la luna y de las estrellas.

El dijo: “...una estrella es diferente de otra en gloria. Así también es la resurrección de los muertos” (1 Corintios 15:41-42).

Es indiscutible que la gloria más deseada es la que se compara con el sol, la cual yace al final de la angosta senda que conduce a la vida, pero lamentablemente para nosotros que viajamos, tal como dijo Jesús, solamente unos pocos llegarán a este destino, el cual es el más grandioso de todos. Todos deberíamos tener el deseo de llegar al reino celestial, el cielo más elevado, donde moran Dios y Jesucristo y el cual es el reino para las familias. Pero muchas personas, mientras hablan acerca del cielo más elevado, se embarcan en autobuses cuyo destino es el infierno más bajo. El menos atractivo de estos tres reinos es el telestial, que está tan por debajo del celestial como el centelleo de una estrella es pequeña en comparación con el esplendor del sol del mediodía.   

Las Escrituras nos dicen que los que lleguen al reino telestial serán tan numerosos como las arenas del mar o como las estrellas del firmamento. Pero aún así, antes de que lleguen a este destino, éstos deben purgar sus pecados con el castigo del infierno. 

 

Esta gran multitud llegará al lugar que menos deseaba.

 

Incluso Satanás tomó el autobús equivocado, y ahora sabemos cuál es su destino final, destino que Dios, el juez definitivo, le ha determinado. Pero Satanás nunca hizo planes para tal degradación; él era conocido como Lucifer, el portador de luz, el brillante hijo de la mañana, que se mantenía cerca de Dios. El deseaba para sí lo mejor y se decía en su corazón: “Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios... y seré semejante al Altísimo”. (Isaías 14:13-14)

Pero aun siendo consciente de este objetivo maravilloso, tomó el autobús de la rebeldía que lo conduce al más bajo de los destinos.  Descarga articulo

 

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