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LA VERDAD RESTAURADA

LA ORGANIZACIÓN FAMILIAR CELESTIAL

LA ORGANIZACIÓN FAMILIAR CELESTIAL

Por Parley P. Pratt(Tomado de the Improvement Era)

 

El siguiente artículo apareció en 1845 en la revista "The Prophet" (El Profeta) que el hermano Pratt publicaba en la ciudad de Nueva York.

 

EL hombre es un ser eterno, así en lo que concierne a su organización material como en lo que toca a su mente y afectos. La resurrección de la muerte lo restablece a la vida con todos sus poderes, facultades corporales y mentales, y (si es vivificado por la gloria celestial) consiguientemente, lo une a su familia, amigos y parientes, para formar uno de los eslabones necesarios en la cadena que estrecha a la gran y real familia de los cielos y de la tierra en un lazo eterno de cariño y asociación consanguíneos. El orden del gobierno de Dios, tanto en lo que se mide por el tiempo como en la eternidad, es patriarcal; es decir, es un gobierno paternal. Todo padre que es levantado de los muertos y es hecho partícipe de la gloria celestial en su plenitud tendrá jurisdicción legítima en sus propios hijos y en todas las familias que de ellos nazcan por todas las generaciones para siempre jamás. 

En esta época hablamos de que los niños llegan a ser mayores de edad, como se dice, y estimamos que cuando son mayores de edad quedan libres de la autoridad de su padre. Pero no se conoce tal regla en la ley y organizaciones celestiales, ni en esta vida ni en la venidera. Según esta ley, el hijo está sujeto a su padre para siempre jamás, por los siglos de los siglos. También tenemos una regla, establecida hoy en la tierra, según la cual una mujer llega a ser la esposa de un hombre, y está sujeta a él por ley hasta que la muerte los separa. Pero en el orden celestial no es así, por la más sencilla de todas las razones, a saber, que el orden celestial es un orden de vida eterna; no reconoce la muerte y, por consiguiente, nada ha dispuesto para tal eventualidad. Por tanto, todos sus convenios y con¬tratos son eternos en cuanto a su duración y tienen por objeto enlazar a los varios miembros de la familia en una unión eterna. 

Nuestro venerable padre Adán, tomó a nuestra madre Eva por esposa cuando la familia humana y el mundo en que vivían se hallaban tan libres de la muerte como Dios y su trono. Quisiéramos preguntar, ¿qué clase de contrato celebraron, y por cuánto tiempo iba a durar? ¿Iba a efectuarse de acuerdo con el poder y unión de una vida sin fin; o era sólo para cumplir un objeto momentáneo, hasta que la muerte hiciera la separación? La respuesta es obvia. Este contrato matrimonial debe haber sido eterno, o de lo contrario, estaba comprendido en él la pecaminosa así como cruel idea de un divorcio y separación final durante sus vidas; porque debe tenerse presente que ningún concepto tenían de la muerte ni de que estarían sujetos a ella ni aun por un momento, el día en que hicieron el convenio. 

Por otra parte, el apóstol Pablo nos plantea un misterio cuando dice que no todos dormiremos en el polvo, sino los que vivan en cierta época serán cambiados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, y serán arrebatados para recibir al Señor y estar siempre con El. (1Corintios 15:51 en adelante) Como algunos de ellos indudablemente serán marido y mujer, quisiéramos preguntar ¿cuándo se cumplirá su contrato y llegará a su fin su pacto matrimonial? Convinieron en ser el uno del otro hasta que la muerte los separase (es decir, si se casaron de acuerdo con las ceremonias acostumbradas que hoy existen). Mas he aquí, la muerte no podrá separarlos; porque el cambio del estado mortal al inmortal será instantáneo. 

Además, Cristo vino para "librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre." (Hebreos 2:15) Por tanto, después de la resurrección los hombres vivirán; y vivirán para siempre, como si nunca hubiera habido muerte. En vista de ello, Dios declara que El es el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, los cuales han muerto ya; mas con todo, afirma que no es Dios de los muertos, sino de los vivos. 

Pablo propone también otro misterio, a saber, que los mandos amen "a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia". (Efesios 5:25) Deseamos preguntar si este amor y la unión consiguiente de Cristo y su Iglesia van a terminar con la muerte y se efectuará una separación final en el mundo venidero. O si, por otro lado, la unión será más perfecta y completa en la otra vida que en ésta. Todos están de acuerdo en que el amor y la unión de Cristo y la Iglesia son eternos, y que no sólo continuarían en el otro mundo, sino que allá se harán más perfectos. De ser así, llegamos a la conclusión irrefutable de que el amor y unión de un hombre y su esposa deben continuar hasta la eternidad, y serán aun más perfectos entonces. De lo contrario, Pablo se equivocó grandemente cuando dijo que todo hombre debe amar a su mujer así como Cristo ama la Iglesia. 

Habiendo establecido el hecho o principio de la unión eterna entre el hombre y su mujer, ahora trataremos de establecer la relación eterna y autoridad, por una parte, y la obediencia que existirá entre los padres y los hijos, por otra. 

Para ilustrar este principio tenemos un precedente hermoso y sencillo. Jesucristo y su Padre continúan siendo uno en cuanto a su cariño y unión desde que Jesús se levantó de los muertos; y el Salvador sigue rindiendo obediencia a los mandatos de su Padre y también ha revelado que continuará haciéndolo hasta que haya subyugado la muerte y todo dominio, autoridad y poder. "Entonces también el Hijo mismo se sujetará a Dios." (1Corintios 15:28). Nada indica en todo esto que Jesucristo llegará a ser mayor de edad y quedará libre de toda obligación de obedecer a su Padre; por el contrario, claramente se revela que siempre le estará sujeto. Pues bien, como lo testifica el apóstol Juan, este mismo Jesús oró a su Padre que sus discípulos y aquellos que creyesen en las palabras de ellos pudieran ser uno, así como Cristo y su Padre son uno; no solamente uno con Dios y con Cristo, sino también uno entre sí, en la misma manera y con el mismo significado que ellos lo son. (Juan 17:11) Supongamos que, cumpliéndose esta oración, un hombre y sus hijos fueran discípulos de Jesús; y por último, en el mundo eterno llegan a ser uno, precisamente en el mismo modo que Cristo y su Padre son uno. ¿No estarían sujetos estos hijos a su padre en la misma manera en que Cristo está sujeto a su Padre? Por supuesto que sí.DESCARGAR DISCURSO COMPLETO

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