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LA VERDAD RESTAURADA

EL BUEN SAMARITANO, SIMBOLOS OLVIDADOS

EL BUEN SAMARITANO, SIMBOLOS OLVIDADOS

De todos los relatos que contó Jesucristo, la parábola del buen samaritano se cuenta entre los que más influencia ha tenido en nosotros. Se la contó a un hombre que le había preguntado: “…Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?”. Jesús le respondió con una pregunta: “…¿Qué está escrito en la ley?”. El hombre contestó, refiriéndose a Deuteronomio 6:5 y Levítico 19:18: “…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón… y a tu prójimo como a ti mismo”.Cuando Jesús prometió “haz esto, y vivirás”, el hombre replicó desafiante: “…¿Y quién es mi prójimo?”. En respuesta a las preguntas de aquel hombre, Jesús relató la parábola del buen samaritano (véase Lucas 10:25–35).

Significados más profundos

El Salvador solía hablar en parábolas porque cada una encierra un significado más profundo que sólo entienden aquellos que tienen “oídos para oír” (Mateo 13:9). El profeta José Smith afirmó que los incrédulos no entienden las parábolas del Salvador. “Pero [el Señor] explicaba [las parábolas] a Sus discípulos con claridad”, y nosotros podemos entenderlas, enseñó el Profeta, “si tan sólo… queremos abrir los ojos… y leer con candor”1. El comprender este principio nos invita a reflexionar en el mensaje simbólico del buen samaritano. A la luz del Evangelio de Jesucristo, este magistral relato compendia de manera brillante el plan de salvación de un modo tal que pocos lectores actuales han percibido. El contenido de esta parábola es eminentemente práctico y conmovedor respecto a su significado obvio, pero una antigua tradición cristiana también considera la parábola como una alegoría impresionante de la Caída y la Redención de la humanidad. Esta primitiva comprensión cristiana del buen samaritano se representa en la famosa catedral de Chartres, Francia, del siglo XI. Una de sus vidrieras, en la parte superior de la ventana, muestra la expulsión de Adán y Eva del Jardín de Edén; y para mostrar la relación que hay entre las dos historias, la parábola del buen samaritano aparece en la parte inferior. Esto refleja “una interpretación simbólica de la parábola de Cristo que era bien conocida en la Edad Media”2. Al ver esta ventana me pregunté:

¿Qué tiene que ver la caída de Adán y Eva con la parábola del buen samaritano? No tardé en descubrir la respuesta3. La raíz de esta interpretación alegórica se remonta a los comienzos del cristianismo. En el siglo II a. de C., Ireneo en Francia y Clemente de Alejandría vieron al buen samaritano como un símbolo de Cristo mismo, que salva a una víctima caída, herida por el pecado. Años después, Orígenes, discípulo de

Clemente, declaró que esta interpretación le llegó de los primeros cristianos, que describieron la alegoría de ese modo:

“El hombre que cae es Adán. Jerusalén representa el paraíso y Jericó el mundo. Los ladrones son los poderes hostiles. El sacerdote es la ley, el levita simboliza a los profetas y el samaritano es Cristo. Las heridas son la desobediencia; la cabalgadura es el cuerpo del Señor; el [mesón], que acepta a todo el que desee entrar, es la Iglesia… El mesonero es la cabeza de la Iglesia, a cuyo cuidado se ha confiado. Y el hecho de que el samaritano promete volver representa la segunda venida del Salvador”4. Esta lectura alegórica no sólo fue impartida por los antiguos seguidores de Jesús, sino

que era prácticamente universal en la cristiandad de la época y fue defendida por Ireneo, Clemente y Orígenes, y en los siglos IV y V refrendada por Crisóstomo en Constantinopla, Ambrosio en Milán y Agustino en el norte de África. Esta interpretación se encuentra, de una forma más completa, en otras dos vidrieras medievales de las catedrales francesas de Bourges y Sens.

Un símbolo y sombra del plan de salvación

Los lectores mejoran su comprensión al reflexionar en las Escrituras, concretamente porque estos escritos testifican de Jesucristo (véase Juan 5:39). La parábola del buen samaritano testifica de Cristo; enseña sobre el plan de salvación, el amor expiatorio del Salvador y nuestro trayecto hacia el legado de la vida eterna. Se puede leer no sólo como un relato de un hombre que descendió de Jerusalén a Jericó, sino también como el de alguien que descendió de la presencia de Dios para vivir en la tierra. Ese significado adquiere una mayor notoriedad a la luz del Evangelio de Jesucristo restaurado por conducto de los profetas de los últimos días.

Analicemos las partes del relato:

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