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LA VERDAD RESTAURADA

¿MANIFESTACION O CONFIRMACION?

¿MANIFESTACION O CONFIRMACION?

Dios no otorga manifestaciones espirituales para satisfacer al curioso. Wilford Woodruff relató la ocasión en que un miembro del Consejo de los Doce le dijo: "He orado por mucho tiempo para que el Señor me envíe la ministración de un ángel. Lo he deseado con mucha fuerza, pero mis oraciones no han sido contestadas." El El-der Woodruff, que había contenido muchas experiencias de esa clase, comentó que si ese hombre "orara por mil años, pidiéndole ese don al Dios de Israel, nunca te sería concedido, a menos que el Señor tuviera un motivo para enviarle un ángel. Le dije que el Se-ñor nunca ha enviado ni enviará un ángel sólo para cumplir el de-seo que alguien tiene de ver un ángel". Seguramente la labor de los ángeles es más importante que el satisfacer la curiosidad ociosa; ni visitan a los que son espiritualmente pobres. Wilford Woodruff explicó que ‘si el Señor le envía un ángel a alguien’, es para efectuar una obra que no se puede realizar de otra manera". (Deseret Weekly, noviembre 7 de 1896.)

José F. Smith dijo: "Mostradme Santos de los Ultimos Días que tienen que nutrirse con milagros, seriales y visiones a fin de conservarse firmes en la Iglesia, y os mostraré miembros de la Iglesia que, no son rectos ante Dios y que andan por caminos resbaladizos. No es por manifestaciones Milagrosas que seremos establecidos en la verdad, sino mediante la humildad y la fiel obediencia a los mandamientos y leyes de Dios." (Doctrina del Evangelio, p. 7.)

Las experiencias espirituales vienen a aquellos que han ganado el derecho de recibirlas. La mayordomía de tesoros sagrados se concede solamente a los siervos de confianza. Por medio de la revelación se nos recuerda que "lo que viene de arriba es sagrado, y debe expresarse con cuidado, y por constreñimiento del Espíritu". (D. y C. 63:64.) Con toda seguridad se aplica la misma norma para que se puedan conceder tales cosas. Fue el Maestro mismo quien aconsejó: "No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas decante de los cerdos..." (Mateo 7:6.) Alma expresó muy adecuadamente este principio en las siguientes palabras: "A muchos les es concedido conocer los misterios de Dios; sin embargo, se les impone un mandamiento estricto de que no han de impartir sino de acuerdo con aquella porción de su palabra que El concede a los hijos de los hombres, conforme al cuidado y diligencia que le rinden' (Alma 12:9.)

Cristo se apareció a muchos después de su resurrección. Pablo nos indica que se apareció "a más de quinientos hermanos a la vez". (1 Corintios 15:6.) Es interesante notar que entre ellos no había ningún incrédulo. Moroni nos explica que "fue por la fe que Cristo se manifestó a nuestros padres, después que El hubo resucitado de los muertos; y no se manifestó a ellos sino hasta después que tuvieron fe en El; por consiguiente, fue indispensable que algunos tuvieran fe en El, puesto que no se mostró al mundo". Eter 12:7.) Muchas veces podemos aprender de lo que Cristo no hizo, tanto como de lo que hizo. Lo que no hizo fue volver a la corte Ju-día, donde se había armado el debate sobre sus obras y testimonio. No volvió a Caifás, a Pilato, a Herodes, a !os escribas, los saduceos, o los fariseos, para manifestarse y probarles que había dicho la verdad. La conversión y la fe no se originan en esas experiencias, y el Dios del cielo no complace a los malvados de esa mane-ra. Lo que hizo el Señor fue volver a los que habían creído, cumpliendo la promesa de que las señales seguirían a sus buenas obras. Es "la generación mala y adúltera", declaró Cristo, la que "demanda señal". (Mateo 16:4.) José Smith afirmó que por medio de revelación se le hizo saber que esas palabras del Salvador debían interpretarse literalmente: cuando alguien viene pidiendo una señal, podemos saber con certeza que ha participado del espíritu de lujuria y es culpable de adulterio. Para ilustrar el punto, José Smith habló de una reunión en la que estaba predicando, y un hombre lo interrumpió demandando una señal. Señalándolo, el Profeta dijo: "Ese hombre es adúltero." Otro hombre de la congregación alzó la voz y dijo "Es cierto, porque yo lo sorprendí en e! hecho." Más tarde, el hombre se arrepintió, confesó su pecado y fue bautizado en la Iglesia. (H C 5:268.)

George A. Smith, uno de los primeros líderes de la Iglesia, y Consejero le Brigham Young, contó el interesante relato que se da a continuación:

"Cuando se acababa de fundar la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, veíamos a personas que se levantaban y decían: '¿Qué señal nos muestran para que podamos creer?' Recuerdo a un predicador Campbellita que vino a ver a José Smith; creo que se apellidaba Hayden. Llegó y se presentó con José, y dijo que había recorrido una distancia considerable para convencerse de la verdad. 'Sr. Smith, le dijo, 'quiero saber la verdad, y una vez convencido, dedicaré mis talentos y mi tiempo a defender y predicar la doctrina de su religión, y quiero que sepa que al convencerme yo, se convencerá mi congregación, que suma unas setecientas personas.' José empezó a hablarle del surgimiento de la Iglesia, y de los primeros principios del evangelio, pero el Sr. Hayden exclamó: 'No, ésa no es la evidencia que yo quiero; lo que deseo es un milagro; quiero ver una manifestación del poder de Dios, un milagro; y si usted puede hacerlo, entonces creeré con toda mi alma y mi corazón, y ejerceré toda mi influencia y poder para convencer a otros; pero si no hace un milagro, me convertiré en su peor enemigo: 'Bien', dijo José, '¿qué quiere que haga; que lo vuelva ciego, o sordo; que lo convierta en un paralítico, o con una mano seca? Escoja lo que quiere, y se hará en el nombre del Señor Jesucristo: 'No es ésa la clase de milagro que yo quiero', dijo el predicador. 'Entonces, señor', replicó José, 'no voy a hacer ninguno; no voy a dañar a nadie para convencerlo a usted. Pero le diré a quién me recuerda: a la primera persona que le pidió una señal al Salvador, pues en el Nuevo Testamento está escrito que Satanás vino al Salvador en el desierto, después que El había ayunado cuarenta días y tenía hambre, y le dijo: 'Si eres hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan: Y los hijos del diablo y sus siervos han estado pidiendo señales desde entonces; y cuando en aquel tiempo la gente le pedía señales para probar la verdad del evangelio que predicaba, el Salvador respondía: 'La generación mala y adúltera demanda señal...' " (George A.Smith, J D. 2: 326, 327.)

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