Emma Smith, los últimos años de la esposa de un Profeta
La muerte de José Smith ocurrió el 27 de Junio de 1844. El éxodo de los Santos de Nauvoo tomó lugar un año y medio después, dejando a Emma, una viuda de 41 años de edad, con su suegra envejecida, Lucy Mack Smith, y cinco niños, cuyas edades iban desde los catorce años hasta los quince meses de edad. Sus medios eran pocos para proveer en una ciudad que poco a poco iba quedando vacía. En el año de 1847 ella se casó con Louis C. Bidamos, con la ayuda de él pudo criar a sus hijos y convertirse a la vez en la madrastra de dos hijas de Bidamon. Todos cuidaron a la madre de José hasta que esta falleció el 14 de Mayo de 1856. Cerca del año 1872, el esposo de Emma había finalizado una casa nueva para Emma sobre los cimientos que había sido un grandioso hotel en los tiempos de José. Emma pasó sus últimos años en esa residencia.
Emma permaneció en esa hermosa ciudad, la amenazante persecución contra los santos hizo que en ese momento que tomara tal decisión temiendo por la vida de sus hijos, el dolor de experiencias anteriores estaba presente. Ella no sabía en quien confiar y no hubo tiempo y ninguna paz para que de esa manera natural sanara sus heridas. Los oficiales de gobierno rehusaron ayudar a los miembros brindándoles ayuda, la salida de la ciudad de todos dirigida por el Presidente Brigham Young, durante el invierno, fueron razones presentes. Para Emma, la idea de partir con sus hijos huérfanos, cruzar el rio congelado, era difícil. Cuando se le preguntó muchos años más tarde por que ella no había ido al oeste con el resto de los santos, ella respondió: -“tenía un hogar aquí, no supe qué hubiera algo más allá”.
Emma Bella Smith Kennedy, nieta de Emma, registró acerca de su abuela:-“Sus ojos eran cafés y tristes. Ella sonreía con sus labios para mi, tan pequeña como yo era, nunca vi que sus ojos cafés sonrieran. Le pregunté un día a mi madre, porque Abuelita no sonríe con sus ojos como ella y mi madre me dijo que ella tenía un pesar profundo en su corazón”.
En 1980, una mujer que trabajó en casa de Emma Smith, le relató a Gracia N. Jones, “cada tarde después de que las tareas estaban hechas, Emma subía las escaleras hacia su cuarto, se sentaba en su mecedora baja, y fijaba su mirada hacia fuera de la ventana para ver ocultarse el sol sobre el rio Misisipi. Nadie se atrevía a acercarse para ofrecerle conforte, porque no sabían cómo tocar el profundo pesar que era evidente por las lágrimas que corrían por sus mejillas”.
Habiendo vivido una larga vida, tal y como el Señor le había prometido en su bendición patriarcal, y ahora había sido refinada y acrisolada, Emma consideraba cuidadosamente las preguntas acerca de la eternidad. Su hijo Alexander más tarde informó que algunos días antes de su muerte, Emma tuvo una visión que le reveló su aceptación por parte del Señor.
Emma vivió casi treinta y cinco años después del martirio de su esposo, el Profeta José Smith. Ella murió el 30 de noviembre de 1879 a los 75 años de edad. En sus últimos años ella fue grandemente amada, y en las horas de su vida ella fue atendida por su familia; Louis Bidamon, Julia, José Smith III y Alexander. De acuerdo al registro de Alexander, en sus últimos momentos: - “Emma perecía irse, pero luego volvió en sí y extendiendo su mano, exclamó, “¡José! ¡José!”, dejando caer su brazo”. Entonces Alexander, le cruzó sus manos en su pecho, y su espíritu se fue. Tanto Alexander como José pensaron que ella llamaba a su hijo José, pero más tarde Alexander aprendió más acerca del incidente. Elizabeth Revel, hermana de Emma comentó que algunos días antes, ella, le había dicho que José había venido a ella en una visión y le dijo:-“Emma, ven conmigo, es hora de que vengas conmigo”, luego Emma siguió relatando: -“me puse mi gorrito y mi chal y me fui con él; no pensé que fuese cualquier cosa inusual. Fui con él a una mansión, y él me mostró los diferentes cuartos de esa mansión tan bella. Y un cuarto era para los bebes. Allí, en el cuarto para bebés había uno en la cuna. Reconocí a mi bebe, mi Don Carlos que llevado de mi. Ella se agachó hacia el frente, y tomó al niño entre sus brazos, y lloraba con alegría sobre el niño”. Cuando Emma se recuperó lo suficiente se volvió a José y dijo: -“José, ¿Dónde están el resto de mis hijos? – El le dijo a ella, -“Emma, ten paciencia y tendrás a todos tus hijos”. Luego ella vio al lado suyo un ser de luz, aún el Señor Jesucristo”.
Hoy en día, Emma, “una dama elegida” como la llamó el Señor, descansa junto a su esposo, el Profeta de la Restauración, José Smith y Hyrum Smith, el Patriarca de la Iglesia, sepultados en Nauvoo.
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