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LA VERDAD RESTAURADA

¿ CUAL ES NUESTRA DOCTRINA ?

¿ CUAL ES NUESTRA DOCTRINA ?

Robert L. Millet es profesor de la historia y doctrina de la Iglesia y ex decano de Educación Religiosa en BYU.

Se nos ha mandado enseñarnos “el uno al otro la doctrina del reino”. “Enseñaos diligentemente, —implora el Señor— Y mi gracia os acompañará, para que seáis mas perfectamente instruidos en teoría, en principio, en doctrina, en la ley del evangelio, en todas las cosas que pertenecen al de reino de Dios, que os conviene comprender” (DyC 88:77–78). Pero, exactamente ¿qué debemos enseñar? ¿Qué es la doctrina?

Antes de empezar estos comentarios, permítanme afirmar que entiendo implícitamente que la autoridad para declarar, interpretar y aclarar la doctrina descansa en los apóstoles y profetas vivientes. Por lo tanto, este artículo solamente hablará acerca de la doctrina y en ninguna manera intento enseñar más allá de mi propia mayordomía.


La doctrina: su propósito, poder y pureza

La doctrina es “el grupo básico de enseñanza o entendimiento cristianos (2 Tim. 3:16). La doctrina cristiana se compone de las enseñanzas que deben entregarse mediante la instrucción o la proclamación [...] La doctrina religiosa se ocupa de las preguntas más esenciales y comprehensivas”.1

Además, “la doctrina del evangelio es sinónimo de las verdades de salvación. Contiene las aseveraciones, las enseñanzas y las teorías verdaderas que se encuentran en las escrituras; incluye los principios, los preceptos y las filosofías reveladas de la religión pura; los dogmas, las máximas y las opiniones de los profetas son parte de ella; también los Artículos de Fe son una parte de ella, así como cada declaración inspirada de los agentes del Señor”.2

La doctrina central y salvadora es que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, el Salvador y Redentor de la humanidad; que Él vivió, enseñó, sanó, sufrió y murió por nuestros pecados; y que se levantó de los muertos al tercer día con un cuerpo resucitado glorioso e inmortal (véase 1 Corintios 15:1–3; DyC 76:40–42). El profeta José Smith se refirió a estas verdades centrales como “los principios fundamentales” de nuestra religión y dijo que “todas las otras [...] son únicamente dependencias de esto”.3

El presidente Boyd K. Packer observó: “La verdad, la gloriosa verdad, proclama que existe un Mediador [...] Mediante Él se puede extender la misericordia a cada uno de nosotros, sin temor a ofender la eterna ley de la justicia. Esta verdad es la raíz misma de la doctrina cristiana. Mucho podéis saber del evangelio al ramificarse desde allí, pero si solamente conocéis la ramas y esas ramas no tocan la raíz, si han sido cortadas del árbol de esa verdad, no habrá vida, ni substancia, ni redención en ellas”.4

Tal consejo nos dirige hacia lo que es de más valor, ya sea en sermones o en el salón de clases, y es lo que debe recibir nuestro mayor énfasis. Hay poder en la doctrina, poder en la palabra (véase Alma 31:5), poder para sanar el alma humana (véase Jacob 2:8), poder para transformar el comportamiento humano. “Si la verdadera doctrina se entiende, cambia la actitud y el comportamiento”, ha enseñado el Presidente Packer. “El estudio de las doctrinas del evangelio mejorará el comportamiento de las personas más fácilmente que el estudio sobre el comportamiento humano. Es por eso que enfatizamos tanto el estudio de las doctrinas del evangelio”.5

El elder Neal A. Maxwell también ha indicado que “las doctrinas que se creen y se practican nos cambian y nos hacen mejores, a la vez que aseguran nuestro acceso vital al Espíritu. Ambos resultados son cruciales”.6

Quienes somos maestros asociados con la Iglesia de Jesucristo tenemos la obligación de aprender las doctrinas, enseñarlas apropiadamente y comprometernos a hablar y actuar de acuerdo con ellas. Solo de esta manera podemos perpetuar la verdad en un mundo lleno de error, evitar la decepción, enfocarnos en lo que más importa y encontrar gozo y felicidad en el proceso. El Presidente Gordon B. Hinckley declaró: “He hablado antes acerca de la importancia de conservar pura la doctrina de la Iglesia y ver que se enseñe en todas las reuniones. Me preocupa mucho esto. Los pequeños errores en la enseñanza de las doctrinas pueden llevar a falsedades grandes y malignas”.7

¿Cómo podemos “conservar pura la doctrina”? ¿Qué podríamos hacer?

1. Podemos enseñar directamente de los libros canónicos, las escrituras. Las escrituras contienen la intención, la voluntad, la voz y la palabra del Señor (véase DyC 68:3–4) para los hombres y mujeres de días antiguos y, por ende, contienen la doctrina y las aplicaciones que son tanto oportunas como intemporales. “Y toda escritura dada por inspiración de Dios es útil para enseñar, para reprender, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre [o mujer] de Dios sea perfecto, enteramente instruido para toda buena obra” (Traducción de José Smith [TJS] de 2 Timoteo 3:16–17).  DESCARGAR

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