Los Oficios del Sacerdocio
por el élder Bruce R. McConkie
del Consejo de los Doce
Sesión del Sacerdocio
Mis hermanos del sacerdocio, os saludo con amor y hermandad. Esta es una vista maravillosa, supongo que hay más hermanos del sacerdocio juntos aquí, que los que se hayan reunido en toda el área de Perú desde los días de los nefitas y lamanitas. Vosotros, hermanos, sois los representantes del Señor, sois sus agentes, tenéis su poder y su autoridad; y la congregación que formáis acá es solamente el principio de lo que será en esta parte de la viña del Señor. Vosotros sois la levadura que va a hacer crecer todo este sector acá en Perú. El Señor os bendecirá mientras sirváis y también bendecirá toda la nación peruana, por causa vuestra. Ahora deseo hablaros con mucha claridad acerca del glorioso acontecimiento que ha ocurrido en nuestros días; me refiero a la restauración del evangelio y del Sagrado Sacerdocio.
Me es imposible expresar el profundo agradecimiento que siento porque el Señor ha restaurado en éstos, los últimos días, la plenitud del evangelio sempiterno, y nos ha dado el poder y la autoridad de su Sagrado Sacerdocio. El evangelio es el plan de salvación, y consta de todas las leyes, verdades y ordenanzas que nos permitirán lograr la vida eterna en el Reino Celestial. Y este evangelio se encuentra únicamente en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y son ambos administrados por el Santo Sacerdocio.
Nosotros hemos recibido el evangelio y nos hemos unido a la Iglesia para ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor (Véase Filip. 2:12). Se nos ha dado el Santo Sacerdocio a fin de que podamos recibir las ordenanzas de salvación y exaltación en el reino del Señor y también a fin de habilitarnos para administrar el evangelio y todas sus ordenanzas. Y esto lo hacemos en beneficio y para bendición de todos los hijos de Dios.
Este sacerdocio es el poder más grande en toda la tierra, es la única autoridad que puede atar en la tierra y sellar eternamente en los cielos; es el único poder que puede soltar en la tierra y ratificar y aprobar en los cielos. No hay otro poder en la tierra ni en los cielos que pueda comparársele.
Consideremos este sacerdocio, aprendamos de qué se trata, qué tenemos que hacer para magnificar nuestros llamamientos como poseedores del mismo, y las bendiciones que recibiremos si hacemos esto.
El sacerdocio es el poder de Dios, es el poder por el cual los mundos fueron, hechos, es el poder por el cual todas las cosas son preservadas y mantenidas, es el poder que gobierna sobre todo él universo; es literalmente el poder de Dios En lo que se refiere a nosotros, el sacerdocio es el poder y la autoridad de Dios delegados al hombre, en la tierra para actuar en todas las cosas por la salvación del hombre. Los que lo poseemos, somos los agentes y representantes de Dios; ocupamos su lugar en la tierra; tenemos el deber de hacer las cosas que El quiere que hagamos, las cosas que El haría si estuviera aquí en la tierra. Sabemos todo lo que el Señor hizo durante su ministerio mortal, y aunque ahora no está administrando sus asuntos personalmente acá, nos ha mandado a nosotros que lo hagamos y nos ha dado el poder y la autoridad para hacerlo.
¿Por qué vino Jesucristo a la tierra? Vino para obtener un cuerpo mortal, para pasar por las experiencias mortales que todos pasamos, para que después de la muerte; pudiera levantarse en inmortalidad y obtuviera la vida eterna. . . Por estas mismas razones, nosotros salimos de la presencia de Dios, para venir a este mundo.
Jesús también vino para llevar a cabo la eterna e infinita expiación, vino para rescatar al hombre de la muerte temporal y espiritual que trajo la caída de Adán; vino para morir en la cruz a fin de que todos los hombres pudieran levantarse en inmortalidad, y para que aquellas personas que crean y obedezcan, también puedan alcanzar la vida eterna. Esta obra de rescate, sólo El podía hacerla, porque es el Hijo de Dios.
Pero mientras estuvo acá en la tierra El estableció, para nosotros un modelo e hizo algunas cosas que también nosotros podemos hacer; por ejemplo:
Uno: Jesús guardó todos los mandamientos; era obediente, era fiel; era digno de .toda confianza. Vino para cumplir la voluntad del Padre que está en los cielos, y en esta forma oró: "Padre, mío... no sea como yo quiero, sino como tú" (Mat. 26:39). Por haber guardado todo mandamiento de todo el evangelio, pudo decir a la humanidad: "El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también." (Juan 14: 12.)
- Y á sus doce discípulos nefitas les dijo:
... ¿qué clase de hombres debéis de ser? En verdad os digo, debéis de ser así como yo soy." (3 Nefi 27:27.)
El es el perfecto ejemplar, el prototipo de todo ser salvo, y todos debemos sentir el deseo de vivir como El vivía, a fin de merecer ir adonde El está, y heredar la gloria y la honra con El, en el reino de su Padre.
Dos: Jesucristo predicó el evangelio. Después que fue bautizado, comenzó a enseñar a la gente; la escritura dice:
"... Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio." (Marc. 1:14 15.)
De acuerdo con la escritura, Jesucristo nos dijo lo que debemos hacer para salvarnos: tener fe en El; arrepentirnos de nuestros pecados; ser bautizados por alguien que tenga la autoridad; recibir el don del Espíritu Santo; guardar los mandamientos de Dios después del bautismo. El nos exhortó a todos a unirnos a la Iglesia verdadera y guardar los mandamientos. Lo mismo que hizo Cristo, tenemos, que hacer nosotros. Después de recibir el bautismo quedamos bajo convenio de predicar el evangelio y tenemos que ser testigos de Cristo en todas las cosas, en todos los lugares y bajo todas las circunstancias, aun a riesgo de nuestra propia vida. (Véase Mosíah 18:10.)
Después de recibir el sacerdocio y de ser investidos con poder de las alturas se espera que invitemos a todos nuestros semejantes a venir a Cristo, abandonar las cosas del mundo, unirse a la Iglesia verdadera, y vivir como santos.
Tres: Jesucristo llenó a cabo las ordenanzas del evangelio, bendijo a los niños pequeños, bautizó en el agua para la remisión de los pecados, confirió el don del Espíritu Santo, administró a los enfermos, y ordenó a los hombres a los oficios del sacerdocio. El poseía el poder y la autoridad de Dios, su Padre, e hizo uso de ellos para bendecir a sus semejantes. Este es el mismo curso que nosotros debemos seguir mientras estamos trabajando en su viña.
Cuatro: Jesús hizo milagros. Por la fe, todas las cosas se hacen posibles; por fe se puede sanar a los enfermos, por fe los ciegos pueden ver, los mudos pueden oír y los cojos pueden saltar; nada es demasiado difícil para el Señor, y si nosotros guardamos todos los mandamientos que El obedeció, tenemos la promesa de hacer lo mismo que El hizo:
"El que en mí cree, las obras que yo hago él las hará también; y aún mayores hará..." (Juan 14:12.)
El sacerdocio es el poder para bendecir, nosotros lo poseemos y por lo tanto, deberíamos hacer mucho más de lo que hacemos por bendecir a nuestros hermanos.
Quisiera ahora hablar más particularmente de la forma en que se debe ejercer el sacerdocio, de cómo debemos usarlo en beneficio .de nuestros hermanos. Como sabéis hay dos órdenes en el sacerdocio: el Sacerdocio de Melquisedec que maneja los asuntos espirituales; y el Aarónico o Sacerdocio Levítico, que tiene que ver con los asuntos temporales.
En el Sacerdocio Aarónico hay cuatro oficios que son: diácono, maestro, presbítero y obispos, (aunque éstos deben poseer el Sacerdocio Mayor para dicho cargo). En el Sacerdocio de Melquisedec hay cinco oficios: élderes, setentas, sumos sacerdotes, patriarcas y el de profeta. La razón porque hay oficios en el sacerdocio es para que los hermanos puedan ser llamados para realizar la labor correspondiente a cada uno de éstos. El Sacerdocio se confiere a los hombres fieles de la Iglesia, que después son ordenados a los diferentes oficios.
Cuando Juan el Bautista visitó a José Smith y a Oliverio Cowdery, les dijo: "Sobre vosotros, mis consiervos... confiero el Sacerdocio de Aarón... (D. y C. 131). Cuando Pedro, Santiago y Juan vinieron, les confirieron el Sacerdocio de Melquisedec y después que éste fue organizado el Señor mandó que los hombres fueran ordenados a los respectivos oficios del mismo, a fin de que pudieran comprender mejor los deberes que corresponden a cada uno.
Hablemos ahora de los aspectos administrativos concernientes a cada oficio. Los diáconos tienen que vigilar la Iglesia y ayudar en todos sus asuntos. Deben asistir a los maestros en todos sus deberes; deben amonestar, predicar, exhortar, y enseñar, e invitar a todos a .venir a Cristo. Es práctica dentro de la Iglesia asignarles la tarea de repartir la Santa Cena, cumplir tareas de mensajero, ayudar como acomodadores, salir como maestros orientadores, y cumplir con todas las funciones que el obispado pueda confiarles.
A los maestros se les asigna vigilar la Iglesia; ellos deben hacer todas las cosas que hacen los diáconos, y también pueden supervisar la marcha de la Iglesia, fortalecerla continuamente asegurándose de que no haya iniquidad entre sus miembros, ni tampoco brusquedad del uno con el otro, ni mentiras, ni rezongos, ni habladurías. "Pero... no tienen la autoridad para bautizar, administrar la Santa Cena o imponer las manos" (Véase D. y C. 20:53 59). Creo que una de las mejores maneras en que podéis hacer esto es llevarlo a cabo en vuestra propia vida. También dice que los "maestros... se dediquen con su fuerza... a preparar y acabar las cosas que he mandado" (D. y C. 38:40). Que deben ser diligentes, obrar fielmente y enseñar los principios del evangelio que se encuentran en las Escrituras. (Véase D. y C. 42: 12.)
La orientación familiar es una de sus obligaciones que los habilita para cumplir con las funciones que les han sido divinamente asignadas. También pueden llevar a cabo todos los deberes del diácono.
El presbítero tiene poder de lo alto para "predicar, enseñar, exponer, exhortar, bautizar y administrar la Santa Cena; visitar las casas de todos los miembros, exhortándolos a orar vocalmente y en secreto, y a cumplir con todos los deberes familiares. Y puede ordenar a otros presbíteros, maestros y diáconos. Y ha de hacerse cargo de las reuniones cuando no esté presente ningún élder." (Véase D. y C. 20:46 49.)
El obispo ha sido llamado para dirigir y presidir en todos los asuntos de los barrios dentro de la Iglesia. El obispo es el presidente del Sacerdocio Aarónico de su barrio y también del quórum de presbíteros. (Véase D. y C. 107:87 88.) Este oficio es una dependencia del Sacerdocio Aarónico. (Véase D. y C. 84:29.) Además, tiene que ver con los asuntos temporales y en su calidad de sumo sacerdote presidente del barrio, dirige todas las actividades del barrio. El es un juez en Israel, y tiene el derecho al don de discernimiento, o sea el poder de discernir todos los dones del Espíritu, "no sea que haya entre vosotros alguno que profesare tenerlos sin ser de Dios" (D. y C. 46:27).
Hablemos ahora de los oficios del Sacerdocio de Melquisedec. Los élderes son ministros de Cristo, y son llamados a administrar en los asuntos espirituales (D. y C. 107:12). "Y confirmar a la Iglesia por la imposición de manos y la investidura del Espíritu Santo... han de conducir los servicios conforme sean dirigidos por el Espíritu Santo, de acuerdo con los mandamientos y revelaciones de Dios." (D. y C. 20:43, 45.) Deben enseñar el evangelio, administrar a los enfermos, formar parte de los tribunales de la Iglesia y llevar a cabo cualquiera de los deberes pertinentes al Sacerdocio Menor. (Véase D. y C. 53:3; 42:12, 43 52, 80; 20:38 67.)
Los élderes deben perfeccionar a los santos, apacentar el rebaño de Dios, trabajar en las organizaciones de la Iglesia, conducir a las personas a la vida eterna en el reino de nuestro Padre. Todos los poseedores del Sacerdocio de Melquisedec son élderes. El Presidente es el Elder presidente de la Iglesia; los apóstoles 'son élderes, y también lo son los setentas, los sumos sacerdotes y los patriarcas.
Nunca será demasiada la importancia que se le dé al oficio de élder, y nos regocijamos en este llamamiento.
Toda la labor que hacemos por nuestros muertos en los templos, a fin de hacerles posible la salvación y la exaltación, la hacemos basados en el hecho de que a nuestros antepasados varones se les ordene élderes, haciendo nosotros la ordenanza en su beneficio. Cada élder hace el convenio de la exaltación y el Señor le promete:
... por tanto, todo lo que mi Padre tiene le será dado. Y esto va de acuerdo con e! juramento y e! convenio que corresponden a este sacerdocio." (Véase D. y C. 84:34 39. Cursiva agregada.)
Los setentas también son élderes, pero tienen un llamamiento muy especial, son llamados "para predicar el evangelio, y ser testigos especiales a los gentiles y por todo el mundo" (D. y C. 107:25). Son ministros viajantes, lo cual quiere decir que deben llevar el evangelio a los otros hijos de nuestro Padre Celestial. Su llamamiento es un llamamiento misional. Los sumos sacerdotes son élderes con un llamamiento especial para perfeccionar a los santos, para presidir sobre las organizaciones de la Iglesia, para guiar el destino de los hijos de Dios en cualquier parte.
Quienes sirven como miembros de los sumos consejos o en los obispados, o en la presidencia de las estacas son todos sumos sacerdotes.
Los patriarcas también son sumos sacerdotes apartados y ordenados especialmente para bendecir a los miembros. En la bendición patriarcal, ellos revelan el linaje y hacen declaraciones proféticas para guía de la persona que la recibe.
Aquellos que reciben un llamamiento, ya sea en el Sacerdocio Aarónico, o el de Melquisedec, hacen un convenio con el Señor de que han de magnificar dicho llamamiento. Esto significa que se debe magnificar la importancia del mismo, cumpliendo con él al pie de la letra.
Un convenio es un contrato, establecido entre Dios, el Padre Eterno y sus hijos en la tierra; todos los oficios en el Sacerdocio de Melquisedec se reciben con un convenio y un juramento. El convenio es triple; en él, el que recibe el llamamiento promete que:
1. Recibe el Santo Sacerdocio para convertirlo en una parte de su vida y de su ser, y que lo honrará como lo que es: un poder y una autoridad sagrados.
2. Magnificará su llamamiento en el sacerdocio; o sea, que llevará a cabo todos los deberes pertinentes a ese oficio y todo el trabajo que le sea asignado con el mismo.
3. Vivirá "con cada palabra que sale de la boca de Dios" (D. y C. 84:44); o sea, que guardará todos los mandamientos y vivirá con rectitud.
La parte del convenio que corresponde a Dios es que El ha de dar a los fieles todo lo que El tiene. En otras palabras, dará vida eterna a todo aquel que sea fiel a los convenios.
He mencionado un convenio y un juramento en lo que concierne al Sacerdocio de Melquisedéc. El juramento consiste en una solemne promesa del Señor, de que todos aquellos que sean fieles al convenio del sacerdocio, obtendrán también la exaltación. Esto quiere decir que el Señor hace juramento de que sus hijos obedientes, serán para siempre sumos sacerdotes según el orden de Melquisedec, y coherederos con su Hijo Unigénito, nuestro Señor Jesucristo.
Mis hermanos, no habría forma en que pudiéramos exagerar la importancia, la gloria y la maravilla del Sacerdocio de Dios. Cuando trabajáis por él, recordad que estáis actuando en nombre del Señor Jesucristo, que estáis cumpliendo su voluntad, que estáis haciendo lo mismo que El haría si estuviera aquí.
Si guardáis los mandamientos tendréis el Espíritu del Señor; y en esta forma también tendréis su guía en todo lo que hagáis como poseedores del sacerdocio.
Esta es la obra del Señor, mis hermanos. Vosotros sois sus agentes y representantes en la tierra, y El os dará la paz aquí y la vida eterna en su reino, si cumplís con vuestro deber en los llamamientos del sacerdocio. Que Dios os bendiga en esta obra tan extremadamente importante. En el nombre de Jesucristo. Amén.
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jose raul -
Nilton Pomalaza -