La Navidad
Caminando por las calles de la ciudad hay personas de todas las edades y clases sociales. Los rostros serios, apurados e impacientes, la mayoría denota cierta agresividad, una especie de enojo. Otros en cambio, también van apurados, pero tienen una expresión totalmente diferente. Caminan con seguridad, dando la impresión que saben lo que quieren y a donde van. Este contraste me intriga por lo que decido observar a mi alrededor para tratar de descubrir el por qué.
Los gritos de los vendedores ambulantes y diarieros, mezclados con las conversaciones de los peatones, más la música que suena en varios parlantes no ayuda mucho a disfrutar del momento, pero sigo tercamente con mi intención.
Al prestar atención a la música mi sorpresa fue mayúscula, ¡eran villancicos! Pues si, música de Navidad.
Lo primero que pensé fue que faltaba más de un mes para las fiestas. Y sentí dentro de mi cabeza, como si alguien me hubiese hablado en voz alta.” Claro, el negocio de la Navidad pasa pronto y hay que aprovechar el momento.”
Con una mezcla de frustración, tristeza y rabia saqué mi libreta para anotar mis conclusiones, pero tardé en escribir. ¿Qué hemos hecho? ¿Hemos acaso olvidado que ese bebé nacido en un pesebre, creció y fue el Cristo Salvador y Redentor? Decimos, “La Navidad pasa pronto” cuando en realidad es ahí donde comienza la eternidad para el hombre. Poco a poco hemos ido adornando la historia sagrada quedándonos con el Niño, el pesebre, los pastores y al día siguiente de la Navidad pasamos a planear la cena de Año Nuevo mientras que aquellos a quienes recordábamos unos días atrás pasan a segundo plano. Las caras serias de los transeúntes ¿se deben a que no tienen suficiente dinero para comprar mejores regalos? El que camina seguro ¿lo hace porque va a comprar un arbolito más grande que el que tenía? Si la respuesta es "sí", estamos ante una situación generalizada en el mundo cristiano, en la que la Navidad se ha convertido en una gran fiesta social y pocos son los que toman tiempo para meditar sobre Cristo y su mision. En su nacimiento tenemos una lección de humildad incomparable pues siendo Hijo de Dios nació en un pesebre rodeado de animales donde pululaban las moscas. Pagó nuestro rescate con su propia vida y en retribución sólo exige “Un corazón quebrantado y un espíritu contrito” | |
A veces la tradición suplanta la doctrina y podemos correr ese peligro ante tentadores paquetes de regalos. Nadie nos pide que renunciemos a las costumbres familiares que nos hacen felices, pero eso si, recordemos sentar a Cristo en la cabecera de la mesa. |
0 comentarios