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LA VERDAD RESTAURADA

Los Muchos Rostros de Eva

Los Muchos Rostros de Eva

Antes de que como hijas de Eva lleguemos a florecer plenamente en nuestra feminidad, cada una de nosotras luce una variedad de rostros en los diferentes papeles que representamos en el teatro de la vida: hijas, madres, hermanas, esposas, vecinas y amigas, para nombrar unos pocos. Nuestros rostros denotan caridad, envidia, paciencia, ansiedad, orgullo, humildad, generosidad, codicia, paz y perplejidad. Estos retratos reflejan juntos la dicha y el pesar, y mediante este intercambio las líneas son "finamente tejidas". Todas estamos aprendiendo la lenta y firme manera que Dios tiene de esculpir las experiencias que no se nos pueden escapar "hasta que tengamos nuestro rostro".

¿Qué rostro es realmente el mío? ¿Cuál es mi papel en la vida? ¿Qué pasa si los rostros cambian tan rápido y las demandas son tan grandes que nos cuesta saber quiénes somos en cada momento? ¿Cómo podemos aspirar jamás a tener el control en todo momento?

Permítanme intentar darles algo de alivio. Lo primero y más importante, si contemplamos de cerca los numerosos reflejos de esos rostros, veremos siempre el interés infinito de Dios en el proceso de hacernos lo que somos y lo que estamos llegando a ser. Vemos de qué manera gentil se arrodilla a cepillar nuestro cabello o a secar una lágrima, cómo ajusta el ángulo de la luz y cómo obra Sus maravillas con líneas, cicatrices y sombras. Con frecuencia nos susurra con dulzura para que soportemos la dificultad o el desánimo, por lo que éstos puedan representar de iluminación y de belleza eternas. Bajo Su mano, nuestra persona interior se convierte en la persona exterior y el Artista da forma a Su imagen perfecta.

Mientras participamos en este proceso y reflexionamos en la santidad y la soledad, estas percepciones e impresiones de nuestro Padre Celestial pueden darnos gran paz y propósito. Cuando nos acercamos al alivio de estos momentos de adoración, nos resulta más fácil mantener esta perspectiva y no sucumbir al torbellino constante de rostros, papeles y actividades. Con las complejidades del rápido cambio en el mundo actual es fácil perder de vista nuestra perspectiva divina, nuestro dolor y hasta el valor de nuestra viabilidad. En medio de las rigurosas exigencias de todo ello puede que nos preguntemos si simplemente podemos sobrevivir y mucho menos triunfar.

David E. Shi ha escrito en su libro In Search of the Simple Life: "Los americanos de hoy día viven inmersos en una 'desesperación apacible'. Bajo el atractivo y el brillo de la abundancia se encuentra la molesta realidad de que los tres medicamentos recetados con más frecuencia [en Norteamérica] son una medicina para la úlcera, un medicamento para tratar la hipertensión y un tranquilizante" (Layton, Utah: Gibbs M. Smith, 1986,pág.l).

Vivimos en un mundo de mucha tensión en el que todas las personas parecen estar apuradas, preocupadas o ambas cosas.

Hay presiones que exigen mucho de nuestro tiempo y parece haber una mayor inquietud por lo que se espera de nosotras, por lo que debemos esperar de nosotras mismas y por cómo podemos hallar el tiempo, la energía y los medios para hacerlo todo.

El azote de nuestro tiempo es la ansiedad. Quizás parte de nuestra ansiedad tenga su causa en que, irónicamente, la abundancia y las bendiciones de nuestra época nos han proporcionado oportunidades y elecciones que nuestros antepasados no habrían podido considerar jamás. Gracias a la automatización y a la tecnología tenemos más tiempo libre. Gracias a tener más conocimiento disfrutamos de una salud mejor y de más energía, y al haber una afluencia mayor tenemos más oportunidades de proporcionarnos crecimiento y experiencias especiales para nosotras mismas y para nuestra familia. Nuestras madres, y sus madres antes que ellas, no podrían haber soñado con tal libertad de escoger ni con la abundancia de tales decisiones. Descargar para seguir leyendo

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