El Poder del AMOR al Disciplinar
El amor en todas sus formas, incluyendo la disciplina, puede ser una gran bendición para los hijos. Ellos deben aprender obediencia de su familia. Deben aprender los principios del corazón a través del ejemplo de los miembros de su familia. Si así lo hacen, asimilarán futuras lecciones del Señor y disfrutarán mucho más de la vida. Sí, el amor que emana de la disciplina administrada con cariño trae consigo el Espíritu del Señor.
PRINCIPIOS QUE GOBIERNAN LA DISCIPLINA
Con el transcurso de los años he aprendido varios principios sobre la disciplina que han hecho mucho más fácil el volver a nuestros hijos al Señor:
1. No discipline cuando esté enfadado o fuera de control. Espere hasta un poco más tarde.
2. Después de disciplinar, asegúrese de mostrar un mayor amor (véase D&C 121:43).
3. Ame, ame y ame a todos, pero especialmente a aquéllos que parecen merecerlo menos.
4. Al disciplinar, aplique consecuencias lógicas (consecuencias que tengan alguna relación con el pecado cometido). En muchas ocasiones, el dejar que los hijos hagan frente a las consecuencias naturales de sus propios actos es la mejor disciplina posible, siempre y cuando no les vaya a ocasionar daño alguno.
5. Cuando discipline, asegúrese de no apresurarse a apaciguar las cosas. A veces, después de que los padres han aplicado la disciplina, intentan acercarse cariñosamente y mostrar amor por sus hijos demasiado pronto. Existe un tiempo determinado para mostrar mayor amor. Si se hace demasiado pronto y los padres intentan arreglar la situación en vez de permitir que el hijo acuda a ellos, éste puede mal interpretar este afecto como una debilidad de la decisión de los padres. No intente enmendar una relación temporalmente exasperada hasta que sea el momento apropiado.
6. No sea demasiado misericordioso con el transgresor cuando haya quebrantado una ley. Su amor debe ser mayor que eso. No debemos permitir que el Señor se ofenda por nuestra falta de resolución para ayudar a nuestros hijos a seguir un principio correcto.
7. Ame a sus hijos lo suficiente como para hacer que hagan frente a las consecuencias de su propio comportamiento. No les proteja de los resultados.
8. Planee con antelación, antes del acaloramiento del momento, las consecuencias que tendrán que pagar por romper las reglas familiares. Asegúrese de que se entienden con claridad, y entonces los hijos tenderán a disciplinarse a sí mismos.
9. Cuando administre disciplina, no dé justificaciones ni explicaciones para la misma. Si lo hace, terminará mermando su eficacia.
10. Aprecie y ame físicamente a sus hijos. El contacto físico rompe numerosas barreras. Béselos y abrácelos.
11. Reconozca, alabe y felicite toda buena actuación. Felicite a sus hijos por el valor intrínseco de lo que hayan hecho y no porque usted persiga alguna razón manipuladora por su parte ("Me complace lo que has hecho").
Al observar cómo los padres disciplinan a sus hijos, con frecuencia suelen seguir dos pautas diferentes. A mi juicio, uno es correcto y el otro no.
PRINCIPIOS INCORRECTOS DE DISCIPLINA
1. A veces las conversaciones de los padres con sus hijos se centran únicamente en el problema y no en cómo se sienten los hijos con respecto al problema. Los padres dan consejo, crítica, condenación, etcétera, y los hijos tienden a rebelarse, a contraatacar y a negarse a hablar, por lo que no se soluciona nada.
2. Después de una conversación, los padres imponen la disciplina a sus hijos. Debido a que esta disciplina es externa para los hijos, éstos vuelven a rebelarse, sienten rencor y terminan por rechazarla. Aunque aparentemente aceptan los deseos de sus padres, conservan estas tendencias internas que con el tiempo acaban por salir a la superficie.
3. Los padres se sienten mejor porque han descargado sus sentimientos, pero los hijos continuarán haciendo lo malo más adelante ya que no han aprendido nada, excepto a evitar a los padres que les disciplinan. Además, ya no se llevan tan bien con sus padres, por lo que la relación decrece o se destruye. Quizás lo más importante es que el problema que tenía que corregirse continúa igual y se volverá a repetir.
4. A causa de la naturaleza de la disciplina, las cosas no permanecen en un estado neutral. O bien los hijos aceptan el consejo, cambian, se humillan y se arrepienten, o bien rechazan el consejo, por lo que la disciplina administrada les perjudica a ellos mismos y a su relación con los demás.
Los padres no pueden seguir dando este tipo de disciplina sin que tenga resultados perjudiciales, los cuales terminarán ocasionando la destrucción de sus hijos o de su relación con ellos.
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