LIDERES : DOS CONSEJOS DEL ELDER BALLARD
LA CONFIDENCIALIDAD EN LOS CONSEJOS
Otro importante principio rector de los consejos presidentes de la Iglesia es el de la confidencialidad. Resultaría muy difícil recalcar demasiado la importancia de mantener los asuntos tratados en los consejos dentro de la más absoluta reserva. El profeta José Smith dijo en una ocasión: "La razón por la que no se nos revelan los secretos del Señor, es porque no los guardamos sino que los divulgamos; ni siquiera guardamos nuestros propios secretos sino que ventilamos nuestros problemas ante el mundo; aun ante nuestros enemigos. ¿Cómo podríamos, entonces, guardar los secretos del Señor? Yo puedo guardar un secreto hasta el día del juicio final" (History of the Church, 4:479).
Un obispo aprendió por experiencia propia cuán destructivo puede ser que los miembros de un consejo no sean cuidadosos en salvaguardar las cosas que se tratan en las reuniones. Uno de tales miembros inadvertidamente dejó una copia del temario de la reunión del consejo en un banco de la capilla. La hoja, en la cual había hecho algunas anotaciones tocantes a una familia de cuyos problemas el consejo había estado hablando, fue encontrada por un miembro adolescente de dicha familia. No cuesta mucho imaginar el efecto que esa acción descuidada tuvo sobre la familia en cuestión.
Al enterarse de que habían sido tema de conversación entre los líderes del barrio se sintieron sumamente mortificados. A pesar de que el obispo y los demás miembros del consejo solamente estaban interesados en ayudarles, el daño causado por la falta de cuidado hizo que resultara muy difícil volver a ganarse la confianza de la familia.
Todo miembro de un consejo tiene la obligación de proteger el carácter confidencial de todos los asuntos que trata y analiza. A menudo a las presidencias y obispados se les confían asuntos de naturaleza muy reservada, y comprometen su posición de liderazgo cuando comparten irresponsablemente tal información. Un presidente de estaca fijó la norma de que los miembros del sumo consejo no debían discutir los asuntos tratados por el consejo fuera de las reuniones, ni siquiera entre ellos. Jamás existe razón alguna para que los miembros de un consejo compartan con otra persona (ni siquiera con su cónyuge) detalles de los temas tratados, particularmente aquellos relacionados con necesidades individuales o diferencias de opinión. Si nuestro objetivo es ser una bendición en la vida de la gente y no herir a nadie, debemos simplemente mantener en reserva las cosas confidenciales.
EL VALOR DE ESCUCHAR ATENTAMENTE
Los presidentes y los obispos que emplean los consejos de la Iglesia de la manera más eficaz son aquellos que dedican la mayor parte del tiempo de las reuniones a escuchar. Si usted es el oficial presidente, lo anterior no quiere decir que deba permanecer sentado sin pronunciar una palabra. Lo que significa es que tiene que escuchar atentamente lo que sus consejeros y los demás miembros del consejo dicen y sienten, y que debe hacer preguntas pertinentes y penetrantes cuando no entienda la posición de ellos. Aun cuando es cierto que la decisión y la orientación final descansa sobre la persona que ha sido llamada para presidir, no tiene objeto contar con miembros de un consejo con características, experiencias y aptitudes particulares, si no va a prestar atención a lo que tienen para decir. Haga saber a los miembros del consejo que usted valora sus sugerencias y que realmente desea que expresen sus respectivas opiniones.
Puesto que el oficial presidente es quien marca la pauta en cada reunión, está en usted asegurarse de que quienes sirven bajo su dirección sientan que su participación es bien recibida.
Por lo general, resulta provechoso escuchar otras opiniones antes de dar la suya. Demasiado a menudo, cuando un líder expresa su opinión primero, la discusión concluye prematuramente. "No tomen todos la palabra al mismo tiempo", dijo el Señor, "sino hable uno a la vez y escuchen todos lo que él dijere, para que cuando todos hayan hablado, todos sean edificados de todos y cada hombre tenga igual privilegio" (D&C 88:122).
Al mismo tiempo, aquel que es llamado a integrar un consejo de la Iglesia debe recordar que su participación constituye un privilegio. Con dicho privilegio viene aparejada la responsabilidad de desempeñarse dentro de los confines de la organización, de estar preparado, de compartir, de defender vigorosamente la posición que él o ella considere correcta. Pero igualmente importante
es la responsabilidad de apoyar y sostener la decisión final del líder del consejo. M. RUSSELL BALLARD
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