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LA VERDAD RESTAURADA

EL PADRE NUESTRO O LA ORACIÓN DE JESUCRISTO

EL PADRE NUESTRO O LA ORACIÓN DE JESUCRISTO

 

El ejemplo de nuestro Señor y el espíritu de la oración manifestada en su vida diaria impulsó a los discípulos a pedir instrucciones sobre la manera de orar. "Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar."6 Respondiendo a la solicitud, Jesús repitió como ejemplo perfecto de la oración un breve compendio de adoración y súplica nacida del alma, que nosotros conocemos comúnmente como el Padrenuestro. El les dijo: "Vosotros, pues, oraréis así: 

"Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre." De esta manera iniciamos la oración confesando nuestra relación con nuestro Padre Celestial. Mientras reverenciamos su nombre, nos dirigimos a Él, no tanto como el Supremo Creador de gloria infinita, sino en virtud de nuestro parentesco con un Padre amoroso cuyos hijos somos.

"Venga tu reino, hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra."—Con estas palabras nos referimos al advenimiento efectivo del reino de los cielos cuando Dios gobierne en la tierra. El que verdaderamente desea que venga este reino vivirá de acuerdo con la ley de Dios y ofrecerá sus servicios para acelerar su venida. El que se esfuerza por establecer la supremacía de la voluntad de Dios se une a Él en los asuntos de la vida.

"El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy."—De esta manera se nos enseña a que pidamos día tras día el alimento que hemos menester, no un gran abastecimiento para lo futuro. Necesitamos el sostén de la vida, y propiamente debemos pedirlo para recordarnos que dependemos completamente de Dios en lo que concierne a las necesidades de la vida. El hombre justo se siente agradecido por su pan cotidiano.

 "Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores"—Una de las necesidades principales del hombre es el perdón. Sin embargo, no lo recibimos sino al grado que lo merecernos, y estas palabras nos lo recuerdan. El perdón es una dádiva demasiado preciosa para echarse a los pies de los que no perdonan. Uno no puede tener el corazón contrito para pedir misericordia si no concede a otros lo que pide para sí mismo.

"Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal."—No debemos entender por esto que Dios conduciría jamás a un hombre a la tentación. Esta vida terrenal es un campo de ensayo, un estado de probación. Lo que esta súplica parece significar es que seamos preservados de las tentaciones que sobrepujan nuestro poder para resistir. Le pedimos a Dios que no nos abandone en nuestras tentaciones y que nos proteja. En este mundo caído nos sobrevendrán la tentación y el mal, y rogamos que seamos librados sin daño de estas cosas.

"Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos." Aquí el hombre reconoce la supremacía de Dios. Es por medio de El que vivimos y obramos y existimos. Es propio confesar su majestad y dominio, y sería un sacrilegio afirmar nuestra independencia de Él.

"Amén"—La oración del Señor concluye con un solemne amén. Esta palabra significa literalmente "así sea". En esta forma queda sellada la oración y se da fe de que es una expresión verdadera del alma del suplicante.

 

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