RAZONES JUNTOS
Un miércoles por la noche, cierto obispo tenía unos pocos minutos entre dos entrevistas, así que decidió pasar por la capilla para ver cómo marchaban los ejercicios de apertura de la Mutual. Lo que vio lo frustró y mortificó bastante.
"No lo podía creer", dijo con un movimiento de cabeza que denotaba desazón. "Tres de mis presbíteros estaban sentados sobre la mesa de la Santa Cena riéndose a carcajadas, mientras la presidenta de las Laureles trataba de dar comienzo a la reunión desde el púlpito. Algunas jovencitas estaban recostadas sobre los bancos de un lado de la capilla manteniendo una conversación muy animada, en tanto que un par de Scouts jugaban a las pulseadas sobre la baranda del estrado.
"Eché una mirada alrededor para ver qué era lo que estaban haciendo los asesores para retomar el control de la situación, pero sólo vi a dos de mis asesoras de las Mujeres Jóvenes conversando en el fondo de la capilla, al parecer ignorantes de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Ni el presidente de los Hombres Jóvenes ni la presidenta de las Mujeres Jóvenes se hallaban en el salón en ese momento. Aquello era un verdadero caos.
El obispo fue hasta el frente de la capilla y restauró el orden, pero por el resto de la semana, no pudo quitar de su mente la imagen de aquellos adolescentes y algunos de sus líderes comportándose de una manera tan irrespetuosa en la capilla. Al domingo siguiente, en la reunión de obispado, comentó el incidente con sus consejeros y les preguntó qué opinaban que se debía hacer. Discutieron el asunto por unos momentos y decidieron que sería un buen tema para tratar en la reunión del consejo de barrio. Así fue que a la semana siguiente el obispo presentó su preocupación ante la totalidad del consejo. "En mi opinión", dijo, "lo que tenemos entre manos es una falta de respeto hacia la capilla como un lugar especial, un recinto importante donde todos los domingos se lleva a cabo una ordenanza sagrada. ¿Cómo podemos enseñar eso a nuestros jóvenes para que lo entiendan?"
Un profundo silencio se produjo en la reunión. Todas las miradas estaban fijas en el obispo con gran expectativa. Finalmente, el líder del grupo de sumos sacerdotes habló: "¿Qué es lo que desea que hagamos, obispo?", preguntó.
"No lo sé," respondió el obispo. "Sinceramente no tengo ninguna respuesta en este caso. Tengo algunas ideas, pero realmente me interesa escuchar lo que puedan decirme. Ustedes son los padres de esos jóvenes; son sus líderes y maestros. Ustedes les conocen y les aman tanto como yo. Realmente quiero saber qué opinan. ¿Cómo llegamos a ellos? ¿Cómo les enseñamos?".
"Muy bien", dijo la presidenta de la Sociedad de Socorro, "si quiere que le diga la verdad, no es sólo la juventud la que tiene problemas para captar ese concepto. Hay personas mayores que tampoco parecen no saber cómo ser reverentes en la capilla".
"Y las cosas se ponen todavía peor en el salón de actividades", agregó el presidente del quórum de élderes. "¿Ha prestado atención a algunos de los incidentes que ocurren durante los partidos de básquetbol de los hombres? Hay veces que me cuesta creer que la mayoría de los hermanos con quienes estoy jugando son ex misioneros y que estamos jugando en un centro de reuniones que ha sido dedicado. Ese solo hecho tendría que hacernos elevar un poco nuestras
normas de comportamiento".
"Tendríamos que tratar de captar la atención de todos los presentes desde el comienzo de la reunión sacramental", comentó uno de los consejeros en el obispado. "Mi esposa me dijo que la semana pasada, cuando empecé a leer los anuncios, apenas si me oía por encima de todo el barullo que había en la capilla".
"Muy bien, entonces estamos todos de acuerdo en cuanto a que existe un problema", dijo el obispo. "¿Qué es lo que vamos a hacer al respecto?"
"Hay una canción que cantan los niños en la Primaria que me viene la mente", dijo la presidenta de la Primaria. "Dice: `La reverencia es más que estar quietos; es recordar al Señor, ver las bendiciones del Padre en los cielos; es un sentimiento de amor. Cuando soy reverente, en mis actos se ve, mis palabras expresan bondad. Cuando soy reverente, yo sé que Jesús y el Padre muy cerca están"’ ("La reverencia es amor", Canciones para los niños, 12).
"Considero que eso es lo que tenemos que enseñarles a nuestros niños, a nuestros jóvenes y a nuestros adultos", continuó diciendo la presidenta de la Primaria. "No se trata solamente de estar callados durante la reunión sacramental. Este problema está relacionado con el grado de amor y respeto que sentimos hacia nuestro Padre Celestial y el Señor Jesucristo. Cualquier cosa que hagamos que no se refiera a ese asunto en particular, no servirá para nada".
"En otras palabras", dijo el presidente de los Hombres Jóvenes, "el comportamiento irrespetuoso en la capilla es apenas una manifestación exterior de un problema mucho más profundo que parece existir en todo el barrio. Todo se resume a tener un testimonio personal.DESCARGAR ARTICULO COMPLETO
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