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LA VERDAD RESTAURADA

LOS FUNERALES EN LA IGLESIA

LOS FUNERALES EN LA IGLESIA

Un vecino me contó una vez que hace muchos años, en la época en que él era misionero, iba con su compañero un día por la cresta de una montaña cuando vieron a un grupo de gente reunida cerca de una cabaña que había en la falda del cerro. Los vecinos se habían reunido para un funeral; un niñito se había ahogado y sus padres mandaron buscar a un predicador para que hablara. El ministro, que recorría a caballo la región, raramente visitaba a aquellas familias aisladas. Pero, si surgían problemas, ellos lo mandaban buscar. Iban a enterrar al pequeño en una tumba que habían abierto cerca de la cabana. Los élderes se quedaron detrás de todos, mientras el ministro se aprestaba a comenzar su sermón para los dolientes.

Si los padres esperaban recibir algún consuelo de aquel religioso, les aguardaba una ingrata sorpresa. El los reprendió porque el niño no había sido bautizado, y les dijo crudamente que su hijito estaba perdido en un tormento sin fin y que ellos tenían la culpa.

Una vez que cubrieron la tumba y después que los vecinos se fueron, los élderes se acercaron a los apesadumbrados padres. "Somos siervos del Señor", le dijeron a la madre, que sollozaba, "y tenemos un mensaje para ustedes".

Mientras los afligidos esposos escuchaban, los élderes les explicaron el plan de redención citando esto del Libro de Mormón: "Los niños pequeños no necesitan el arrepentimiento, ni tampoco el bautismo" (Moroni 8:11). Y después les expresaron su testimonio de la restauración del evangelio.

Me inspira lástima aquel predicador ambulante, porque hizo lo mejor que pudo con la luz y el conocimiento que poseía. Pero hay mucho más de lo que él tenía para dar. ¡Cuán grande es el consuelo que nos da la verdad en tiempos de pesar! 

Puesto que la muerte siempre nos acompaña, el conocimiento de lo esencial que es ese paso en el plan de salvación es de un valor inmenso y práctico. Cada uno de nosotros debe saber cómo y por qué tuvo su origen.

La muerte vino al mundo en el momento de la Caída. Me resulta más fácil comprender esa palabra, Caída, en las Escrituras si la relaciono tanto con un lugar como con una condición. Caer quiere decir descender a un lugar más bajo.

La caída del hombre fue un cambio de la presencia de Dios a la vida mortal en la tierra. Tuvo, que sufrir ese cambio a un lugar más bajo como consecuencia de haber desobedecido una ley.

Caída también puede describir un cambio en la condición. Por ejemplo, la fama o la prominencia de una persona puede caer. Esta palabra describe lo que pasó cuando Adán y Eva fueron expulsados del Jardín; sus cuerpos sufrieron una transformación.

Los cuerpos de carne y huesos se convirtieron en cuerpos temporales. Temporal es lo mismo que temporario. Las Escrituras dicen: "Porque la vida de toda carne, es su sangre..." (Levítico 17:14; véase también Deuteronomio 12:23; Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 241,456.)

El presidente Kimball explicó lo siguiente: "La sangre, el elemento que da vida a nuestro cuerpo, reemplazó a la substancia más

refinada que circulaba por los cuerpos de ellos hasta ese momento. Así, ellos y nosotros nos volvimos mortales, sujetos a la enfermedad, el dolor, e incluso la desintegración física a la que llamamos muerte" (Ensign, sept. 1978, págs. 5-6).

Después del cambio de la Caída, los cuerpos de carne y huesos con sangre (al contrario de nuestro cuerpo espiritual) no podían perdurar. La sangre trajo consigo un límite para la vida; fue como si se hubiera puesto un reloj y se hubiera marcado una hora. A partir de entonces, todo se movió inexorablemente hacia la muerte. Repito, temporal quiere decir temporario.La muerte es la realidad de la vida. Cuando se presentan ciertas condiciones debido a la edad, una enfermedad o un accidente, el espíritu se separa del cuerpo. La muerte puede ser trágica cuando el que muere es alguien de quien depende la felicidad de otras personas, pues muchos mueren demasiado jóvenes. Otras veces es lenta en llegar a quien la espera ansioso por reunirse con los seres queridos que se han ido antes. Algunos pasan dulcemente del sueño a la otra vida, mientras que otros tienen que soportar un largo sufrimiento. También sabemos que la muerte puede ser terrible y violenta.Amenazar con quitar la vida, o quitarla, aun la propia en el suicidio, es ofender a Dios porque El "lo ha prohibido. . . desde el principio del hombre" (Éter 8:19).Tengo la convicción de que en el mundo espiritual, antes del nacimiento, esperamos ansiosos el momento de entrar en la vida mortal. También creo que estábamos dispuestos a aceptar cualquier condición que se nos presentara en esta vida; quizás supiéramos que la naturaleza impondría límites a la mente, el cuerpo y la vida misma. Estoy seguro de que, de todos modos, esperamos ansiosamente nuestro turno.Descargar y seguir leyendo

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