El viaje de aprender toda la vida
Se pronunció este discurso en un devocional el 19 de agosto de 2008, durante la Semana de la Educación en el campus de BYU.
Hoy me siento muy honrado al dirigirme a quienes están comprometidos a estudiar durante toda la vida.
Nuestra búsqueda de conocimiento y nuestro viaje de progreso eterno empezaron mucho antes de nuestra existencia mortal. Se nos ha dado el conocimiento claro de que durante el concilio en los cielos usamos nuestro albedrío para escoger venir a esta tierra y participar de la mortalidad. Al escoger venir a esta tierra, escogimos la oportunidad de progresar, de crecer y de obtener más conocimiento. Y en este proceso de aprendizaje y de venir a la tierra, el tomar sobre nosotros un cuerpo mortal para obtener conocimiento y para experimentar la mortalidad es una parte esencial de nuestro aprendizaje y progreso eternos.
El tema de aprender durante toda la vida es importante porque para los Santos de los Últimos Días la búsqueda constante de conocimiento no es solo secular sino también espiritual. Entendemos que el obtener conocimiento es esencial para ganar la salvación eterna. Brigham Young dijo, “Si nuestra vida se extendiera hasta mil años, todavía podríamos aprender de las vivencias”.1
Para la mayoría de las posesiones mundanas y temporales es verdadero el refrán: “No te lo puedes llevar”. Sin embargo, los tesoros intelectuales del conocimiento y los valores espirituales contienen una promesa de importancia eterna. Leemos en la Doctrina y Convenios, “Cualquier principio de inteligencia que logremos en esta vida se levantará con nosotros en la resurrección; y si en esta vida una persona adquiere más conocimiento e inteligencia que otra, por medio de su diligencia y obediencia, hasta ese grado le llevará la ventaja en el mundo venidero” (DyC 130:18–19).
Así que mientras la mortalidad no es más que un momento en la eternidad, el aprender por toda la vida mortal es una parte esencial de nuestra educación eterna. Aquí en la tierra, como lo dijo Brigham Young, “estamos en una gran escuela”.2
Cuando consideramos que lo que aprendemos aquí es parte de nuestra educación eterna, elevamos nuestras metas de aprendizaje. Como niños, quizás empezamos a aprender porque nuestros padres nos animaron o nos halagaron. Querían que tuviéramos una educación formal con títulos universitarios o con habilidades técnicas para el trabajo, sabiendo que al final de nuestros esfuerzos seríamos recompensados al ser autosuficientes, productivos y capaces de sobrevivir en el mundo real. Algunos estudiamos mucho al interesarnos en la competencia severa por las calificaciones y los honores.
Aunque estas razones para estudiar tuvieron papeles importantes en las distintas etapas de nuestra vida, si son nuestros únicos estímulos dejaremos de estudiar cuando nuestros padres y maestros se hayan ido y cuando hayamos logrado nuestros títulos. Quienes estudian toda la vida son impulsados por motivos eternos. Uno de los grandes avances al madurar y adquirir conocimiento y experiencia es cuando aprendemos por el gozo de ser edificados más que por el placer de estar entretenidos. La meta de quienes estudian toda la vida no es tanto impresionar a los demás sino mejorarse a sí mismos y ayudar a otros. Su deseo es aprender y cambiar su comportamiento siguiendo los consejos y los profundos ejemplos que les imparten los grandes maestros a su alrededor.
Algunas veces limitamos nuestro aprendizaje al creer que es solamente un curso o que se trata de ganar un título. Pero cuando vemos las escrituras, nos dan el programa de estudio para quienes estudian toda la vida: “cosas tanto en el cielo como en la tierra, y debajo de la tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero; las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios que se ciernen sobre el país; y también el conocimiento de los países y de los reinos” (DyC 88:79).
El primer versículo del Libro de Mormón dice: “Yo, Nefi, nací de buenos padres y recibí, por tanto, alguna instrucción en toda la ciencia de mi padre” (1 Nefi 1:1). Así como el campo de estudio de Nefi era toda la ciencia de su padre, quienes aprenden toda la vida no tienen límites en su búsqueda de mayor conocimiento.
Quienes aprenden toda la vida tienen un deseo interior insaciable de adquirir mayor conocimiento en una amplia gama de temas y disciplinas. La recompensa para ellos es el gozo de aprender y adquirir conocimientos en un espectro amplio de los temas que les interesan.
Algunos se preguntarán si es posible enseñar a estudiar durante toda la vida o si eso es simplemente un don genético. De la misma forma en que algunos nacen con mayor velocidad, algunos de nosotros podemos tener de manera natural el deseo de aprender. Es más, así como los entrenadores eficientes pueden mejorar la capacidad de quien esté dispuesto a pagar el precio, de la misma manera nuestro Padre Celestial está deseoso de bendecirnos con el impulso y la determinación de llegar a convertirnos en estudiantes de toda la vida si es que estamos dispuestos a pagar el precio.
Con frecuencia se necesita un gran maestro para motivarnos e infundir ese deseo en nosotros. ¿Cómo podemos mejorar nuestro deseo y aumentar en los demás ese deseo de adquirir más conocimiento y experiencias durante toda la vida?ARTICULO COMPLETO
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