Elevar el nivel: La preparación de los futuros misioneros
El 11 de diciembre de 2002, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce emitieron una declaración extraordinaria en cuanto a la obra misional. En esa época, la mayoría de los miembros de la Iglesia no comprendieron la manera en que esa declaración y los cambios subsecuentes en los esfuerzos misionales revolucionarían la obra de los últimos días en la proclamación del evangelio. La frase “Elevar el nivel” pronto se convirtió en algo común entre los miembros de la Iglesia para describir las mayores expectativas para los misioneros. Al oír la frase, yo, al igual que la mayoría de los miembros de la Iglesia, pensé primeramente en normas más elevadas de dignidad moral para servir como misionero de tiempo completo. Los requisitos fueron una parte importante de la declaración acerca de la obra misional. La dignidad moral y la estabilidad física, mental y emocional ciertamente son parte de la elevación del nivel. Sin embargo, hay otros aspectos que son muy importantes pero que frecuentemente no han sido enfatizados o se han pasado por alto. Llegué a ver la elevación del nivel de manera muy diferente que antes, de una manera más completa, cuando fui llamado a servir como presidente de misión. Esa responsabilidad y la inmersión total en los asuntos misionales—desde la necesidad constante de enseñar, capacitar y motivar a los misioneros hasta ayudar a los líderes y a los miembros de la Iglesia a cumplir sus responsabilidades de compartir el evangelio—me hicieron ver la preparación misional con nuevos ojos.
He sido un educador de religión por más de treinta años, diez años con los seminarios e institutos, como maestro de seminario de tiempo libre y maestro de instituto, y veinte años como maestro de religión en el departamento de Educación Religiosa en la Universidad de Brigham Young. Siempre he sentido que es una responsabilidad a la vez que un privilegio increíble el enseñar a los jóvenes y señoritas en mis clases. Al igual que ustedes, quiero que mis estudiantes crezcan intelectualmente, que sean edificados espiritualmente, que aumente su conocimiento de las escrituras y las doctrinas del evangelio, que se intensifique su devoción al Señor y Su Iglesia, que sus testimonios, sus vidas, su amor y su servicio sean fortalecidos. Sin embargo, debo admitir que no siempre he pensado tan profunda y específicamente como debí haberlo hecho con respecto al impacto de mi enseñanza al prepararlos para que sean misioneros eficaces, ya sea como misioneros de tiempo completo o como miembros misioneros durante toda su vida.
Con la nueva visión que adquirí durante mi experiencia en la misión, ahora veo más claramente que todos mis alumnos, no solamente los futuros misioneros de tiempo completo, ya son misioneros y lo serán durante toda la vida. Al saber esto, ahora veo que cada curso que enseño—ya sea el Libro de Mormón, el Nuevo Testamento, Doctrina y Convenios, las enseñanzas de los profetas vivientes, la historia de la Iglesia, el matrimonio SUD y la familia, o cualquiera de nuestra amplia gama de cursos—debe ser dirigido a preparar lo que el élder M. Russell Ballard llamó “la generación más grandiosa de misioneros que haya existido en la historia de la Iglesia”.1 Después de comentar lo que se requiere de los jóvenes y señoritas para que lleguen a ser la más grandiosa generación de misioneros, el élder Ballard les habló específicamente a los padres: “Si vamos a ‘elevar el nivel’ de los requisitos para que sus hijos [e hijas] sirvan en una misión, eso también significa que lo estamos haciendo para ustedes. Si esperamos mas de ellos, eso quiere decir que también esperamos mas de ustedes”.2 Yo creo que este principio no se aplica únicamente a los padres y a los líderes de la Iglesia, sino también a nosotros como educadores religiosos. El élder Ballard declaró “este no es un momento para los alfeñiques espirituales”.3 Eso se aplica también a nosotros. No es el tiempo para instructores religiosos de “salsa ligera” (un término usado por mis misioneros para describir algo que es tentativo, débil o que le falta claridad o autoridad). El nivel se ha elevado para todos nosotros. DESCARGAR ARTICULO COMPLETO
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Guillermo Morán Lihaut -
https://dl.dropbox.com/u/44601023/El%20Cuarto%20Milenio.pdf