El sarcasmo, el virus que infecta una relación
El diccionario de la Real Academia Española define esta palabra como “Burla sangrienta, ironía mordaz y cruel con que se ofende o maltrata a alguien o algo.” Su origen etimológico refiere al griego sarkasmus o “carne rasgada”, por sarkos: carne.
Sin embargo para la mayoría de las personas parece ser la manera más eficaz de demostrar el ingenio frente a los demás, creando un ambiente de competencia para ver quién es más original o mordaz en los comentarios.
Lo vemos cada día en los programas televisivos y sus “comedias familiares” o lo escuchamos en la radio cuando algún conductor luego de hablar con un entrevistado, lo ridiculiza por pensar diferente.
El sarcasmo es considerado como un chiste inteligente, pero no se tiene en cuenta que rasga el alma de quien lo recibe.
Muchas veces oculta la verdadera intención de expresar aquellos sentimientos negativos que se tienen por el otro. No se animan a decir lo que sienten y le dan un “toque” de humor produciendo más daño que si se habla con sinceridad o se aprende a controlar la envidia o el fastidio.
No puede crecer una relación familiar que esté basada en el sarcasmo como el método más utilizado para hablar. El momento en que toda la familia está reunida es en dónde se fortalecen la autoestima y los lazos fraternales.
Con el sarcasmo lastimamos el corazón de los seres queridos produciendo heridas profundas que repercutirán en las relaciones con los demás.
Por lo tanto lastimar con comentarios negativos y ofensivos el corazón de los seres queridos producirá heridas profundas que repercutirán en las relaciones con los demás. Una hija que constantemente escuche chistes negativos por su físico, entenderá que su cuerpo no es atractivo o lo suficientemente armonioso. Con el transcurso del tiempo, una relación inadecuada con su imagen física podría llevarla a situaciones peligrosas como la falta total de cuidado o el cuidado extremo por el mismo.
No hay que desoír cuando nos reclaman respeto y no deberíamos ser tan orgullosos que no nos animemos a pedir disculpas.
El sarcasmo mata el amor en la familia. Un esposo que cada vez que regresa al hogar recibe comentarios irónicos sobre el trabajo que realiza, perderá el deseo de estar con su familia. A la vez, sus propios hijos pueden adoptar la misma posición de la madre.
El no sentirse valorado disminuirá su autoestima y creerá que no tiene la autoridad para enseñar o cuidar a los suyos. Y no sólo se verá disminuido en su carácter de padre sino también en su responsabilidad como poseedor del sacerdocio.
Todo lo que siembren los adultos, lo cosecharán en el trato de sus hijos. La manera en que les hablemos a nuestros hijos en la niñez será la que utilizarán en la adolescencia con nosotros y sus iguales. Ellos nos ven como ejemplo y no podemos justificarnos en el humor si herimos a las personas. Quitar el sarcasmo producirá un ida y vuelta positivo en la comunicación.
El desarrollo del autodominio en nuestros comentarios nos permitirá controlar nuestros propios sentimientos de frustración, envidia, intolerancia o impaciencia, dando lugar a la empatía, la comprensión y la caridad. Quitar el sarcasmo da lugar a la empatía, la comprensión y la caridad.
Jesucristo mismo utilizó el lenguaje de la manera correcta. Reprendiendo con dureza cuando hizo falta; usando comentarios claros con los fariseos al utilizar su mismo tipo de códigos de lenguaje; buscando en lo sencillo los ejemplos para que todos pudieran comprender su mensaje redentor y teniendo paciencia para con aquellos que no podían asimilar todavía sus palabras.
Si tan sólo pensamos antes de hablar en el dolor que puede causar nuestro comentario y no en lo gracioso que puede resultar, estaremos dando un paso más en el fortalecimiento de las relaciones matrimonial y familiar.
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