Aceptados por el Señor
Cuando el Señor reveló a Moisés el gran propósito de la vida, Él mismo lo explicó en las siguientes palabras: “Porque, he aquí, ésta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre” (Moisés 1:39.) En otras palabras, la obra del Señor es dar la resurección (inmortalidad) a todos los hijos del Padre y hacer posible para ellos el que puedan recibir la exaltación o vida eterna. Cuando uno entiende estos propósitos, el corazón se regocija bajo el conocimiento de las grandes bendiciones que existen para el hombre – la divinad- y que pueden ser logradas por aquellos que lo desean con todo su corazón. En un glorioso sermón predicado por el profeta José Smith, este mismo principio fundamental de la vida en la tierra fue enunciado – a excepción por esa vez del otro lado de este tema, la responsabilidad de la humanidad, haciendo énfasis en que “Vosotros mismos tenéis que aprender a ser dioses , y a ser reyes y sacerdotes de Dios….. ” (Enseñanzas del Profeta José Smith, p.428). Fundamental para nuestro entendimiento de la razón de la existencia en la mortalidad es nuestro conocimiento de que hombres y mujeres nacen como hijos espirituales del Padre Eterno y que Jesucristo es nuestro hermano mayor en el espíritu. Debido a que sus estado es transcendentalmente más grande que el nuestro, nosotros nos atemorizamos al pensar que algún día podemos llegar a ser como ellos son. Sin embargo, nosotros hemos sido engendrados como hijos espirituales del Padre Eterno, nacidos en el linaje de los dioses, y tenemos dentro de nosotros el poder, por medio de la expiación de Jesucristo, para elevarnos a las alturas de la divinidad. La vida en la tierra, una parte necesaria del progreso eterno, provee la base para convertirse en un ser exaltado, es un estado en el cual estamos en un periodo de ensayo y probación para ver si haremos la voluntad del Señor (ver Abr. 3:22-26). Una revelación moderna habla de aquellos que fueron valientes en el servicio al Señor durante este periodo de tiempo: “Entonces serán dioses, porque no tendrán fin, por consiguiente, existirán de eternidad en eternidad, porque continuarán; entonces estarán sobre todo, porque todas las cosas les estarán sujetas. Entonces serán dioses, porque tendrán todo poder, y los ángeles estarán sujetos a ellos” (D & C 132:20).
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